La etiqueta de cualquiera de los productos que consumimos habitualmente tiene que cumplir un doble objetivo. Por un lado, tiene que atraer al posible comprador y llamar su atención. Por eso, las etiquetas suelen tener colores fuertes o imágenes atractivas. Por otro lado, cada etiqueta debe ofrecer información precisa sobre el producto: el nombre de la marca, qué ingredientes tiene, en que cantidades, cuál es la fecha de caducidad o de consumo preferente... Toda esta información hace que los consumidores podamos saber exactamente qué estamos comprando.
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